F. Belin 26 - SC. Magdeburg 32, la primera Champions de S. Hernandez y A. Serradilla
- Carlos S.
- 15 jun
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El SC Magdeburg gana la final alemana de la Champions League con 32:26 contra los Füchse Berlin ante 20.047 aficionados en la Lanxess Arena de Colonia.
Siete días después de que los Füchse, en la última jornada de la Bundesliga, conquistaran el primer campeonato alemán en la historia del club, el subcampeón se venga — ¡y se lleva el trofeo más deseado de Europa! El trofeo dorado, fabricado con material respetuoso con el medio ambiente (10 kilos, 80 centímetros de alto, 57 centímetros de ancho), simboliza un balón de balonmano que entra en la red.
Por novena vez, un equipo alemán ha ganado la máxima competición europea. En 2002 y 2023 fue el SC Magdeburg; en 2007, 2010, 2012 y 2020, el THW Kiel; en 2013, el HSV Hamburg y en 2014, Flensburg. ¡Y ahora, nuevamente Magdeburg!
El SCM se lleva 300.000 euros de premio; los berlineses, por su parte, aún consiguen 225.000 euros.
En un escenario vibrante y cargado de historia, Colonia fue el escenario donde se escribió una nueva página de leyenda en el handball europeo. En la jornada de la final de Champions, la atmósfera era de una intensidad inigualable. Los vítores se entremezclaban con la tensión en cada rincón del pabellón, haciendo palpable la sed de revancha de un SC Magdeburg que, tras episodios anteriores, llegaba decidido a redimirse ante Füchse Berlin. Con cada aplauso y cada latido, se sentía que el duelo no era solo por el título, sino por la consagración de un espíritu colectivo que buscaba transformar la adversidad en gloria .
Desde el inicio, el Magdeburg se mostró implacable y tácticamente afinado. El pitido inaugural no dejó dudas: el equipo se lanzó al ataque con la convicción de quienes tienen una revancha pendiente. Con jugadas bien orquestadas y una defensa férrea, se abrió el marcador en los primeros compases del encuentro, lo que envió un mensaje claro a los rivales. La sincronía en cada pase y la precisión en los contraataques hicieron que el conjunto del Magdeburg tomara el control del partido, marcando el ritmo y estableciendo una dinámica que dificultó la tarea de Füchse Berlin .
Los momentos clave se sucedieron con la intensidad de un torbellino. El primer gol, fruto de una jugada colectiva de gran maestría, encendió a la afición en las gradas y significó mucho más que un simple tanto: fue el grito de guerra de un equipo que buscaba reivindicarse. La figura del líder en cancha se impuso, combinando experiencia y coraje, y cada acción ofensiva se transformaba en un manifiesto de determinación. Por su parte, el portero magdeburgués protagonizó intervenciones cruciales, detenía disparos letales y evitaba que la igualdad amenazara ese sueño largamente acariciado. La oposición, por más que intentó reaccionar, vio cómo la defensa de Magdeburg se erguía como un muro infranqueable en cada embate .
El desenlace llegó de forma contundente y merecida. A medida que el partido avanzaba, la presión sobre Füchse Berlin se intensificó, y cada minuto añadía argumentos a favor de la superioridad del conjunto magdeburgués. La solidez táctica y la entrega en cada jugada permitieron que el marcador se mantuviera favorable, hasta que el pitido final selló una victoria cargada de venganza y redención. La explosión de júbilo en el pabellón no solo celebró el título, sino la culminación de una campaña en la que la resiliencia se transformó en triunfo. En aquella noche de Colonia, SC Magdeburg no solo conquistó un trofeo: escribió una nueva historia de coraje y superación .
Una final para la posteridad. La final de Champions quedará en el recuerdo como el día en que la venganza se transformó en gloria y la ilusión de un grupo se materializó en un triunfo histórico. Un legado que, sin duda, servirá de inspiración a futuras generaciones y reafirmará el poder del juego colectivo en momentos decisivos
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